La historia de Gabriel y la del Arcángel Gabriel.

download

Hace unos días, no sé cuántos, estaba yo paseando cerca del centro comercial Santa Úrsula y me encontré en la calle con un chico pidiendo dinero o algo para comer. Aparentaba ser un chico «pobre» (y es un término que habría que definir) y estaba descalzo. Estaba comiendo un sandwich, pero me inspiró pena y le pregunté si quería algo para comer o para tomar. Me dijo que quería algo para tomar y fuimos juntos caminando a una «lanchonete» cerca de ahí para comprar algo. En el camino me contó que se llamaba Gabriel, que tenía un hermano o hermana menor y que iba al centro para conseguir comida ya que en su casa solo había arroz y porotos.

Le compré un jugo y dos «Esfilhas» para que cenara con su hermano/a menor. Salimos, seguimos caminando y le pregunté el motivo de que estuviese descalzo. Me dijo que no tenía calzado. Que tenía, en su casa,  solo un par de sandalias/ojotas/ chinelas que le quedaban grandes porque eran de alguien de su familia.

Le ofrecí comprarle unas en el centro comercial Santa Úrsula y más adelante le pregunté si quería las sandalias o prefería un par de zapatillas. Me dijo que prefería las zapatillas.

Vamos camino al centro comercial y él me dice: «No me van a dejar entrar». Yo empiezo a pensar en qué voy a decir para que nos dejen entrar  y le digo: » Vamos a decir que perdiste las zapatillas», pero enseguida me acuerdo de que mentir no lleva a nada y decido que vamos a entrar y ver qué pasa. Primero pienso en buscar una entrada en la que no haya un guarda de seguridad, pero enseguida tomo coraje y entro por la que está más cerca. Hay un guarda, pero gracias a Dios no dice nada.

Mientras vamos caminando Gabriel me dice que le da vergüenza andar así entre tanta gente porque está descalzo. Yo, trato de darle confianza y, no sé porqué, hasta me ofrezco a sacarme yo misma las ojotas que llevaba puestas , y andar descalza también, si lo hiciera sentirse mejor.

En la tienda, el vendedor nos pregunta que qué pasó con sus zapatillas. Yo me enojo, porque juzgo yo,  primero y erróneamente, que lo está juzgando y le digo que simplemente quería comprar unas nuevas. Podría haberle explicado lo que pasaba…

Luego cuando se prueba las zapatillas siento como si se resistieran a que usara las medias que todo el mundo usa para probarse zapatillas, pero las pido enérgicamente y digo: «Usará las medias como todo el mundo».  Entiendo que sus pies no estuvieran limpísimos, pero también entiendo que estamos ahí para comprar como todo el mundo y que ¿quién garantiza que alguien en mejores condiciones sociales tenga los pies más limpios o que sepamos quién se puso las medias antes o que nos interese si de hecho nos preocupa, y no nos hayamos ocupado de llevarnos nuestras propias medias?

Compramos un par de zapatillas y lo invito a seguir conversando, tomando algo.

En el centro comercial está como deslumbrado. Dice que le gusta la arquitectura. Lo debe de comparar con su casa, imagino yo. Mira algunas vidrieras y trato de explicarle que la felicidad no está detrás de ellas.

Vamos a un bar cerca del centro comercial. Yo me tomo una cerveza y él un jugo.

Me cuenta más cosas sobre su familia. Tiene un tío preso. Tiene unos sesenta reales guardados o algo así para comprarse un celular. Le cuestiono la necesidad de usar el dinero para eso y me pregunto si debería de haberle comprado las zapatillas, pero sigo creyendo que sí. Solo me preocupa que las pierda, se las saquen, más tarde pienso en cómo le cuestionarían su origen en su casa…

Antes de despedirme le ofrezco pasar por un supermercado y comprar algo de comida para llevar a casa. Primero me dice que no, que no puede cargar peso y me enojo porque pienso en su madre. Retrocedo al punto en que lo encontré y en el que me cuenta que iba al centro a buscar más que arroz y porotos y ¿ahora me dice que no quiere cargar el peso de una bolsa de carne o de pollo?  Finalmente vamos a un supermercado por ahí cerca y compramos arroz, porotos y pollo, no quería carne. Tomamos un Uber y lo dejo en la estación de micros en la plaza de la Catedral.

Cuando llego a casa una vocecita interna me dice que tal vez no debería de haberle comprado las zapatillas porque quizás las perdería o se las quitarían, que no debería de haberle comprado la comida porque no quería cargar peso para ayudar a su madre, pero una voz final me dice que sí, que sí debería de haberlo hecho porque fue lo que me nació en su momento de corazón y Gabriel me hizo pasar una tarde fenomenal. Me hizo reflexionar sobre mis prejuicios del pasado… nunca antes hubiera hecho eso, yo, de meterme a un centro comercial con un chico para comprarle zapatillas ni pensar en sacarme las mías para que se sintiera mejor andando por el centro comercial. Me recordó que hay gente que la pasa mucho peor que yo, que me quejo de mis problemas con frecuencia.

Eso sí, probablemente, Gabriel tenía razón y consiguió entrar al centro comercial porque estaba conmigo y yo cargaba mi tarjetita de crédito. Habría que ver si yo no la tuviera y estuviera descalza, si yo entraría.

En fin, se me apareció el Arcángel Gabriel y me dio un regalo y una lección.

 

 

 

 

Nos quejamos porque se cortan árboles por todos lados, pero ¿nosotros plantamos?

Hoy volvieron, al igual que ayer, estos dos pajáritos (que obviamente no sé  si son los dos mismos de ayer) y coincidentemente a la misma hora de ayer. A eso de las tres de la tarde.

En el bebedero solo hay agua, aclaro, nada más, ni azúcar ni nada. Solo agua.

Y los pajaritos estuvieron un rato mirando las flores y el post se trata de eso.

Me puse a pensar. ¿Les parecerá raro ver flores en un balcón? Porque nos quejamos a mares cuando se cortan árboles en las calles para levantar edificios (cuyos departamentos compraremos), pero ¿plantamos cuando podemos en nuestros balcones o dentro de nuestras casas (por qué no)? O mantenemos balcones, terrazas y patios «clean» de acuerdo con las últimas tendencias de design y compramos plantitas de plástico para nuestros interiores.

Aprovecho para comentar que estas plantitas, las de las fotos, salieron de sus propias mudas. Maura, que limpiaba la escuela me enseñó que se puede rescatarlas aún después de que dejan de florecer y que vale la pena esperar a que lo hagan nuevamente o a replantarlas antes de descartarlas y te aseguro que renacen. Les cortás los brotes (hay explicaciones en youtube de cómo hacerlo aunque yo solo le puse amor y funcionó) y los replantás. Y no tenés que volver al super a comprar la misma planta, solo hace falta paciencia, como todo en la vida.

He plantado semillas de clavel que he comprado en el super, he plantado semillas de mandarina y naranja de frutas que he comido (y cuyas instrucciones de cómo hacerlo he encontrado en youtube), estoy probando con un tallo de una lavanda que compré y el brote de un gajo de ajo y también ya me ha funcionado una maceta de perejil que compré y después de cortarlo sigue brotando.

El punto es que …imagínense ustedes si  lo hiciésemos con fructíferas no solo en casa sino en la calle (pensando en el otro, en todos, y no en uno mismo y dejásemos de cementar todo y cuanto pedazo de tierra tenemos por delante)

Utopía, creo, le dicen, pero te aseguro es la mejor terapia que he probado hasta ahora y el suelo, nosotros, los animales y el universo lo agradecen.

¿Qué perderías con sacarle (con cariño) un tallo a una de tus plantas o a una de las que hay por la calle y replantarla en casa?

Las industrias, de las que tanto nos quejamos que producen basura, matan árboles, animales, destruyen y contaminan, están porque nosotros les compramos.

20180613_160331

Los chicos, sus sensibilidades y cosas que pasan.

No recuerdo en qué año fue, Sofía. Pero cuando tu abuelo paterno murió, el día de su entierro o al día siguiente, o un tiempo después (no lo recuerdo) estábamos en la cama tu papá, vos y yo. Tendrías unos dos años creo. De repente, le preguntaste a papá: » ¿Tu papá era así, así y así?» e hiciste una descripción física suya.

«Sí», te respondió él. Y vos seguiste: » Es él, entonces el que está ahí enfrente de la cama» y te dormiste, cosa que a nosotros nos llevó un tiempo hacer después de aquello.

Sobre fazermos a nossa parte no que diz respeito ao cuidado com o meio ambiente além de botar a responsabilidade sempre nos outros.

1527783900063-1653394386.jpg

Eu sou, como todos nós, um perigo para os animais e a natureza, mas estou tentando melhorar. O post de hoje é sobre os químicos que desnecessária e irresponsavelmente escoam pelos nossos ralos, privadas esgotos e acabam contaminando a terra, os rios e finalmente alimentando animais e até nós mesmos se não tivermos condições de ter aceso a água potável ou mineral (e acredite ou não há quem não tenha).

Compartilho com vocês esta receita de limpador multiuso que, acredito eu, é bem menos nocivo ao meio ambiente. E muito além do custo, o mais importante é a quantidade de plástico e veneno que deixaríamos de respirar e jogar na natureza se mais e mais de nós usássemos.

Minha experiencia:

Eu fiz e quando ralei o sabão de coco não ficou como no vídeo, mas mesmo assim continuei (precisaria depois investigar sobre a qualidade do sabão de coco, agora não lembro a marca).

Ao finalizar a receita ficou meio gosma, mas mesmo assim não joguei fora e dilui mais. Finalmente o produto final rendeu acho que uns 4 litros e até agora já testei no chão, com louça (sem gordura de fritura pois frito pouco ou nada) e em vidros (onde tal vez o vinagre que testo também acho da melhores resultados) e o resultado tem sido excepcional.

Já brinquei de borrifar o Mr. Músculo na minha mão e este detergente à base de sabão de coco e faça você para perceber a diferencia no que sente e qual é nocivo. É isto que jogaremos na água para regar nossa terra e alimentar nossos passarinhos.

Vale muito a pena assistir o vídeo e fazer. Acho que a Natureza merece e está ao alcance da nossa mão.

 

O que você seria capaz de fazer para comer ou para alimentar seus filhos ou família? Certamente não roubaria, não?

Uns dias atras, ao chegar ao trabalho, percebo que o alarme não funciona. Entro e confirmo que não há energia. Recebo uma ligação da empresa que faz o monitoramento (graças a Deus temos o monitoramento, né? para proteger-nos de nós mesmos… homo sapiens) e me confirma que , de fato, houve uma queda de energia e foi parcialmente restabelecida.

O ponto é que não há energia e eu aguardo 4 alunos para fazerem sua prova escrita de espanhol de metade de semestre.

Faço um parênteses aqui (porque me desvio um pouco do foco central do post que é o de: e se não houvesse mais tecnologia? que na verdade resume-se a eletricidade) para chamar a atenção sobre o fato de que não havendo luz, abri as ventanas para que entrasse ar (nada de ar condicionado, né?) e luz natural e perguntei a eles se poderiam mesmo assim fazer a prova e senti-me muito feliz quando ambos (havia dois presentes, adultos.. diga-se de passagem) disseram que sim, que a pesar das dificuldades estavam dispostos a cumprir com suas obrigações como estudantes. E isto não é fato de se desprezar numa época em que crianças estão acostumadas a questionar seus professores por qualquer coisa pois nós pais estamos prontos para irmos lá na escola questionar o trabalho deles, não é? Assim como pretendemos que eles façam o trabalho que é nosso: o de ensinar os valores básicos de respeito e educação perante o outro.

Voltando ao fato de não haver energia… eu precisava ligar para alguém para ver o que estava acontecendo, mas acontece que havia esquecido (graças a Deus) o meu celular em casa e sabe aqueles lindos aparelhos de telefone que gravam números com atalhos, secretária eletrônica e outros que tem milhões de funções que temos em casa..adivinhe que?… não funcionam sem energia. Então estava lá eu… sem telefone, sem celular, sem internet, sem e-mail… desconectada do mundo. E faço aqui outro parenteses para pedir-te que se tens um dos dois da esquerda, aqui embaixo na foto, não o jogues fora como somos intruidos a fazer pela mídia em pró da modernidade e do design, pois eles sim funcionam quando não há energia.

pexels-photo-207480.jpeg
Photo by Pixabay on Pexels.com

E, de repente, todos os meus meios tecnológicos de comunicação (e-mail, Facebook, Instagram, telefone, e qualquer um outro em que você consiga pensar, amigo, mas que dependam de eletricidade) não funcionam. Só restava-me a palavra, a fala .. como único meio de comunicação com os outros…e começo a brincar de «E se…».. E se a luz não voltasse.. e se colapsássemos como sistema (e algo parecido pode estar acontecendo com a falta de gasolina, pois se não se resolver, amigo, todo nosso sisteminha moderno vai por água abaixo. Teremos de botar ketchup e maionese nos fios dos nossos modernos aparelhinhos para alimentar-nos se comida e suprimentos não chegarem até nós.

Então continuo com meu jogo: E se…? E começo a pensar que sem luz somem as nossa «tecnologias», a nossa internet, o nosso Google translator, o nosso WhatsApp, o nosso Facebook, as nossa impressoras, .. alias a lista é grande e sugiro o exercício de olhar ao teu redor e perceber o quanto dependemos da eletricidade e que, quiças, tal vez nunca tenhamos pensado em o que somos capazes de fazer SEM ela.

Haveria aqueles que possuem painéis solares ou  meios alternativos de energia temporal, mas quanto durariam? e somos quantos os que a eles temos direito?

E também percebo que, após o tempo da vida útil da bateria, nem os nossos relógios funcionariam, a não ser que você tenha um a corda (y Sofí, consejo de mamá: «comprate uno cuando puedas.»)

Continuando… sem luz…Você tem velas e fósforos em casa? seria um bom investimento antes do seu próximo gadget tecnológico, sem meios de comunicação (exceptuando nossas pernas para levar-nos até o individuo com o qual quiséssemos comunicar-nos), sem relógio e sem CARTÂO de CRÈDITO!

NO Credit card!

Alguma vez você parou para pensar nisso? Sem cartão de crédito!!!

Quanto dinheiro você tem em casa? Pois se algo assim acontecesse, necessitaríamos minimamente comida!

E até começo a pensar em quanto do que me rodeia me serviria numa situação dessa. Nada, ou quase nada. Estou rodeada de plástico, material que nem poderia queimar caso precisasse me aquecer. Olhe ao seu redor. Você está rodeado de que?

Estou na minha escola e a única coisa que poderia queimar são os livros da biblioteca. Que crime!

Poderíamos sair e procurar lenha, mas há o bastante ou temos incinerado o suficiente? Não interessa o quanto você tratar de imaginar a sua subsistência, seria curta e efémera, pois somos individualistas e pensaríamos em irmos procurar aquele galho que resta naquela praça, munidos de nossas armas para proteger-nos e garantir o nosso objetivo, em pró de nossos filhos, é claro.

E finalmente, me imaginei nesta tal situação. E pensei: O que você seria capaz de fazer, Julia, para garantir a subsistência da sua filha?

Meu dinheiro no banco. Nada para comer. Seria você capaz de invadir um supermercado e roubar para alimentar a sua filha?

E cheguei a conclusão de que sim. Seria capaz, e você provavelmente, se for sincero consigo mesmo, também. E de repente cheguei a conclusão que que todos o faríamos, não é não? Independentemente de nossa classe social, ricos ou pobres, letrados ou não. Invadiríamos todos um supermercado em busca de comida. E provavelmente atropelaríamos qualquer um a nossa frente para garantirmos a nossa ração de comida. E o ponto é que os termos «roubo, baderna, ignorância e desrespeito» perderiam seu atual classificação, né? Estaria tudo bem se fosse pela supervivência dos nossos filhos, mas eis que surge… por que nos sentimos qualificados a julgar a razão disto quando acontece com o outro e não conosco.

Continuemos a levantar nossos muros contra nós mesmos, contra a natureza e os animais e veremos o que Deus tem a dizer sobre isso.

Si dejásemos de acumular y empezásemos a, de verdad, pensar en el otro, podríamos quizás parecernos más a los animales y sobrevivir sin matar lo que nos rodea.

 

Consumismo e as fotos de nossos filhos

Mi hija estudia en el colegio Santa Úrsula y, de hecho, es una escuela que me agrada bastante, yet, hace unas semanas llegaron a casa fotos , de esas de recuerdo que debemos de mantener vivas y que debemos de mantener para el bienestar y memoria de nuestros hijos, y que debemos de comprar, claro está.

Y las compraré, obviamente, por la salud psíquica de mi hija, pero me cuestioné:  Ya ni siquiera tenemos derecho a tener el recuerdo de la escolaridad de nuestros hijos de forma gratuita.  (Y ni siquiera sé si es tan importante porque he perdido las mías en tantas idas y venidas, pero.. el punto no es ese, el punto es: no tenemos derecho a la imagen de los compañeros de nuestros hijos si no pagamos por ello. Pagamos una mensualidad que debería de permitirnos guardar el recuerdo de quienes con ellos estudian o estudiaron, ¿o no?

Y en medio a tanta «tecnología» poríamos hasta ser avisados del día y hora a la que se sacarán tales fotos para que, en el caso de que así lo quisiésemos, decidiéramos ir y sacarles la foto nosotros mismos. Porque hoy recibimos mensajes relacionados al desarrollo escolar de nuestros hijos por cuadernos, aplicaciones, grupos de madres/padres de whatsapp y  todo eso si somos capaces de administrar el tiempo y el conocimiento tecnológico que eso requiere, claro está,

Alguien en Ribeirão Preto (u otros lugares, claro)  podría mencionar casos en los el que no se actúa de esta forma y los padres tenemos el derecho a guardar memoria visual de nuestros hijos sin tener que pagar más de lo que ya pagamos por ello e incluso no somos forzados a acompañar 4 o 5 redes sociales o medios tecnológicos para saber qué , de hecho, se está haciendo con nuestros hijos en la ESCUELA.

About love, amor y trabalho.

El otro día estaba en una reunión de profesores y yo les confesé a los profes que, durante un curso intensivo de julio, el último día de clase lloré al despedirme de los alumnos.

Lloré porque creía que no volvería a verlos, pero creo en realidad lloré porque uno de ellos se iba a Perú a hacer una práctica durante algunos meses o algo así y yo sentía que, por motivos personales que no cabe en este post explicar, no había hecho todo lo que podía. No había dado lo mejor de mí. Había estado alejada de las clases durante unos años y este era mi primer grupo tras unos 4 años de ausencia aproximadamente.

Y recuerdo que le pregunté a uno de los profes: «¿No te encariñás con los alumnos?, ¿No llorás cuando termina el curso?» y él me dijo: «No de esa forma. Eso es natural. Se van»

Y ese «Se van» me quedó retumbando tanto en la cabecita. Y debo admitir que no estoy de acuerdo, aunque me equivoque. No se van. Cuando uno comparte algo con otro ser humano, llamémosle intercambio de conocimiento, experiencia, vivencia, como quieran… eso no se va. Eso es una onda expasiva que se multiplica más allá de uno. Uno recibe y da.

Al volver a Brasil, hace unos 8 meses aproximadamente, tuve la fortuna de volver a tener contacto de una u otra forma con ex alumnos de hace muchos años (algunos de 1996) y «interrogándolos» pude confirmar que no se van ni se fueron. Algo de lo que compartimos aún permanece y que se plantaron semillas que hoy germinan.

Recordé, por ejemplo, que dos de ellos se conocieron en una de mis clases y se hicieron muy amigos. Amistad que , si no me equivoco, mantienen hasta hoy.

Tengo también el ejemplo de una estudiante que tuvo clases de español los sábados por la mañana («arrastrada» por su abuela) a los 13 años. Y las casualidades de la vida le permitieron después en 2010 conseguir un empleo en España por su capacitación profesional y por sus conocimientos en español también. Estaba preparada cuando era necesario que lo estuviese.

Tengo también el ejemplo de otra ex alumna que me contó que su hijo pequeño ya escucha y le gusta Jorge Drexler (should listen to him if you don’t know him) lo que más allá de Jorge Drexler en sí me lleva a pensar en que sí es posible y cuánto vale la pena que tratemos de ir más allá de las fronteras que nuestras banderas nos imponen, de nuestros límites, nuestras guerras por fronteras, nuestro derrame de sangre por territorios.

Y todo esto me llevó a pensar en la dicha que algunos tenemos de ser felices (entendiéndose la grandiosidad de la palabra) en nuestro trabajo porque al escuchar todos estos testimonios lloré, pero no era de tristeza… era de alegría. Y no pude evitar pensar en cuán afortunada he sido para recibir esta dicha. La de saber que algo de lo que he hecho en mi vida germina hoy en la vida de otros. Nada supera eso, absolutamente nada. Porque cuando nos vamos (nosotros, no los alumnos o los maestros y entiéndase por alumnos todos los discípulos y maestros  con los que nos cruzamos en nuestra vida y no solo en clase sino cada vez que nos cruzamos con un individuo y este nos enseña (a través del ejemplo) que es o no lo correcto y lo que debe hacerse), no nos vamos. Hemos plantado nuestra semilla y el ser feliz con nuestra semilla es la cosa más grandiosa que Dios nos ha dado. Nada supera eso.

Y andando por la vida, hoy, no puedo evitar observar y reflexionar sobre las personas que conmigo interactúan en la calle, en los negocios, en los supermercados… por ahí. Y,de vez en cuando, veo y tengo la confirmación de que hay seres que no han tenido la dicha que yo tuve. Seres que cuando termina el mes tienen derecho a su pago mensual, pero que se limita, en algunos casos,  al cobro de una cierta cantidad de dinero que no viene acompañado de toda esta felicidad que yo siento.

Basta que prestemos atención a los rostros de muchos de los trabajadores que nos atienden en negocios, supermercados, obras de construccción (cuyo trabajo será demolido dentro de unos años para levantar una construccción más «moderna» a la brevedad), y otros tantos en cuyos rostros la insatisfacción y la tristeza o inconformidad es tan transparente… Y me veo obligada a agradecerle a Dios por tanta dicha que me ha concedido. La de poder realizar una labor (bien o mal realizada y para la que no estoy capacitada según las instituiones que escupen profesionales hoy en día de a montón y que será tema de otro post) que me ha permitido sembrar semillas que hoy veo germinan y germinarán.

¿Eres feliz en tu trabajo? Porque yo te puedo garantizar que mi trabajo han sido siempre horas de ocio. Y es lo que trato de enseñarte, Sofía: Si sientes que no eres feliz, aléjate y a otra cosa mariposa…porque nada,  absolutamente nada, ningún cheque ni suma de dinero te brindará lo que yo he sentido.

A estos ex alumnos (y que van mucho más allá de los que aquí menciono) mis más sinceras gracias por brindarme tanto y a vos, Sofía: Jamás abandones aquello de lo que te has enamorado, no te avergüences de llorar de felicidad o de tristeza si sientes que podrías haberlo hecho mejor y no permitas que te digan que lo que haces «se va». No se va.

Germina en otro lugar.

Sobre juzgar

El sábado aplicamos el DELE y un candidato se presentó a las nueve (hora en que empezaba la prueba) a pesar de haber sido convocado a las 08:30.

Lo primero que hice fue juzgarlo. «¡Qué irresponsable!», pensé. Y seguí durante un tiempo cuestionándome cómo alguien podría no ser puntual, pensar en llegar a la hora citada y etcéteras.

A la hora de la prueba oral, este mismo individuo cuenta que se había atrasado porque no había dormido. Está haciendo residencia en medicina y había venido de su guardia, sin dormir siquiera. Estaba cumpliendo con sus responsabilidades y yo me había atrevido a juzgarlo.

Se lo enseñé a Sofía porque es una frase que escuchamos a menudo: «no debemos juzgar a los otros», pero no sé si la había entendido yo, hasta este sábado.

Cosas absurdas que compramos y en las que se nos va el dinero y el tiempo que luego nos falta para ser «felices»: grifos, canillas, torneiras and faucets de diseño.

Canilla que funcionaCanilla con design que no funciona

Esto va a ser corto porque es apenas un ejemplo de como hemos perdido la cordura.

La segunda imagen es de la canilla de la cocina de casa. La del baño es igual y la de la ducha también. Más de una vez, cuando tengo las manos mojadas y con jabón (cosa que suele pasar cuando estamos manejando una canilla¿no?) me resulta difícil abrirla o cerrarla y el otro día cuando la estaba mirando, pienso: ¿Pero claro! No está bien diseñada. Es totalmente resbaladiza. Los tornillitos que se ven son tan pequeños que no ofrecen la resistencia necesaria para que los dedos (para algo los tendremos, ¿no?) puedan sujetarla y moverla adecuadamente.

La de la primera foto es la canilla del lavadero. Es un modelo más antiguo supongo. Hace poco tuve que comprar una y este primer modelo era mucho más económico que los de «design».

Debe de haber (tenemos que pensar que así es) modelos de «design» que cumplan con la función básica del producto (poderse abrir y cerrar con las manos mojadas y enjabonadas), pero no hablo de ellas. Hablo de las que (en este caso canillas, pero la lista de productos que simplemente no cumplen su papel primordial es larga, me temo) no sirven para lo que fueron fabricadas y compramos (en muchos casos) porque la que tenemos está fuera de moda, es vieja, y no nos hace pertenecer al grupo de gente exitosa que debe tener la última canilla (que nunca es la que tenemos, claro).

Yo, de mi parte, trataré de hacerme varias preguntas antes de adquirir un nuevo objeto y/o sustituir alguno que ya posea.

De a poco, iré compartiendo reflexiones sobre inutilidades o basura que he comprado por no reflexionar. Ojalá aún estemos a tiempo de aprender.

Antes de irme, les dejo un video (de Annie Leonard) que hace unos años me hizo empezar a pensar más seriamente en lo que estamos haciendo con nuestro universo… nosotros, los Homo Sapiens. (Esta es la versión en español, pero los que lo prefieran podrán seguramente encontrar la versión original en inglés)

Dia das mães: siempre te hago dibujos y te digo que te amo, mamá.

20180513_DiadasMaes

 

Este, creo, es el primer día de las madres en el que no recibo ningún «regalo». Lo pongo entre comillas porque me refiero a ese regalo que con frecuencia nos sentimos obligados a comprar para el día de las madres, del padre, de los chicos, del maestro y un sinfín de otros días en los que «tenemos» que comprar un regalo porque es esa la manera como la la sociedad actual nos enseña que es la manera adecuada de demostrar that we care.

Y no recibí ningún regalo porque Sofía tiene 8 años y no puede ir a comprarme nada sola y aún si pudiera quizás, y ojalá, no estuviera todavía contaminada por el sistema .

Podría haberlo hecho su padre, pero estoy divorciada y supongo que no se le ocurrió.

Y estamos tan contaminados que confieso que desde hace unos días la tristeza me invadió en algunos momentos con la idea de que no recibiría un «regalo». Todas las mamás van a recibir un regalo y vos no, pensaba.

El viernes Sofía volvió del cole con dos tarjetas que me había preparado de regalo en el cole. Combinamos que las escondería en su cuarto y me las daría hoy, día de las madres.

Estaba preocupada porque había hecho una en portugués y una en inglés, le faltaba hacer una en español. Le dije que no era necesario.

Hoy nos despertamos a la madrugada porque ella está resfriada y antes de volver a dormirse me dijo: Feliz día, mamá.

Ese fue mi primer regalo, aunque estoy empezando a cuestionarme la utilidad de todos estos días comerciales que nos han inculcado.

Por la mañana en cuanto se despertó fue a buscar las tarjetas. Estaba emocionada.

Me las trajo y me emocioné yo al escucharla narrar como las había hecho. «¿Te gusta mi letra, mamá? ¡Mirá que bien lo pinté! Así es como lo hicimos.»

Y fue el mejor regalo del día de las madres que he recibido. Para mí que aún soy un ser tan contaminado por nuestra sociedad actual. Las tarjetas estaban, probablemente en mi contaminado subconciente, sustituyendo el necesitado regalo.

Pero Sofía me superó, como lo hace usualmente,  y me confirmó que somos nosotros, adultos, los que lo arruinamos.

Yo estaba contenta con mis tarjetas porque necesitaba algo (cuán fuerte y peligroso es el consumismo que termina siendo capaz de determinar si vamos a ser felices o no), pero ella cuando le dije que era el regalo más lindo que me había hecho, me dice: Mamá, te hago siempre dibujos. Y me enseñó que no hay día de las madres, que es todos los días y que no necesitamos un regalo o que podría venir cualquier otro día, o que un «Te amo» todos los días es el mejor regalo de todos. Y no pude evitar pensar en todas las personas que quizás no han podido comprarle un regalo a sus mamás y sienten culpa por eso. Y además de los que no pueden y se culpan por eso están los que «pueden» y se endeudan. Se endeudan, algunos literalmente, porque compran en cuotas que esperan poder pagar o pagan  con tiempo del que después nos quejamos no tenemos para estar con nuestras madres o hijos. Y los chicos que no tienen mamá, que están en países en guerra.. que han visto y viven horrores…

Creo que ya no habrá más regalos en fechas establecidas por el sistema aquí en casa. Habría que hacer una lista…

De momento le agradezco al colegio Santa Úrsula porque consoló mis debilidades de adulta contaminada que necesitaba algo hoy. Mi misión ahora es tratar de que Sofía siga pensando así, no contaminarla

Siempre te hago dibujos y te digo que te amo, mamá. We should definitely listen to kids and nature more.